RITOS INICIALES
El sacerdote y los ministros se dirigen al altar, mientras el coro canta el canto de entrada. Todos se ponen en pie.
PRAELEGENDUM (Mt 1, 18; Dan 7, 13-14)
Aleluya. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
la madre de Jesús estaba desposada con José,
y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo
por obra del Espíritu Santo, aleluya.
V/. Mientras miraba, vi venir en las nubes del cielo
como un Hijo de hombre que se acercaba.
su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
R/. El nacimiento de Jesucristo fue así:
la madre de Jesús estaba desposada con José,
y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo
por obra del Espíritu Santo, aleluya.
V/. Gloria y honor al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
R/. El nacimiento de Jesucristo fue así:
la madre de Jesús estaba desposada con José,
y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo
por obra del Espíritu Santo, aleluya.
El sacerdote, inclinado ante el altar, ora en silencio. Y dice en secreto:
Me acerco a tu altar, Dios omnipotente y eterno,
para ofrecer este sacrificio a tu majestad,
suplicando tu misericordia
por mi salvación y la de todo el pueblo.
Dígnate aceptarlo benignamente
pues eres bueno y piadoso.
Concédeme penetrar el abismo de tu bondad
y presentar mi oración con tal fervor
por tu pueblo santo,
que se vea colmado de tus dones.
Dame, Señor, una verdadera contrición y lágrimas
que consigan lavar mis propias culpas
y alcanzar tu gracia y tu misericordia.
El sacerdote besa el altar en silencio y se dirige a la sede con los ministros. A continuación, se canta:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre,
tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo, sólo tu Señor,
sólo tu Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
Después del «Gloria a Dios en el cielo», el sacerdote, con las manos extendidas, recita la oración después del Gloria.
ORATIO POST GLORIAM
Se te debe, Señor, la gloria en los cielos
y la paz honra a los hombres de buena voluntad;
eres ciertamente glorificado por el incesante canto concertado,
pero desde el cielo te complaces también con las alabanzas de los hombres.
Haz, pues, que en la tierra
nuestros deseos de alabarte alcancen el mérito de los celestiales,
de forma que los que emulamos a las potestades del cielo
en su eterna proclamación,
alcancemos el perdón de los pecados
y participemos de la suerte de los santos ángeles
por la reconciliación en la paz del mediador.
R/. Amén
Concédelo tú mismo, que en la Trinidad eres un solo Dios que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
El sacerdote saluda al pueblo diciendo:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Todos se sientan. El lector lee la profecía.
PROPHETIA (Miq 4, 1-3. 5-8; 5, 1-4)
Lectura del libro del profeta Miqueas
R/. Demos gracias a Dios.
Así dice el Señor:
En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor; en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; pues de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor, de Jerusalén».
Juzgará entre muchas naciones, será árbitro de pueblos poderosos y lejanos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Si todas las naciones van tras sus dioses, nosotros caminamos en el nombre del Señor, nuestro Dios, por siempre jamás.
Aquel día —oráculo del Señor— juntaré a las ovejas cojas, reuniré a las dispersas y a las que había afligido. Haré de las cojas un resto, de las cansadas, un pueblo numeroso. El Señor reinará sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y para siempre. Y tú, torre del rebaño, Ófel de Sión, recuperarás el poder de antaño, la realeza de Jerusalén.
Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales. Por eso, los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá | junto con los hijos de Israel. Se mantendrá firme, pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios; se instalarán, ya que el Señor | se hará grande hasta el confín de la tierra. Él mismo será la paz, y cuando Asiria invada nuestro país, cuando ande por nuestros palacios, alzaremos contra él siete pastores, alzaremos ocho guerreros.
Al final de la lectura, todos responden:
R/. Amén
El coro, terminada la Profecía, canta el «Psallendum»
PSALLENDUM (Sal 86, 5-6)
Se dirá de Sión: «Uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado».
V/. El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Éste ha nacido allí».
R/. Y el Altísimo en persona la ha fundado.
El lector lee el apóstol:
APOSTOLUS (Gál 3, 27 – 4, 7)
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas
R/. Demos gracias a Dios
Hermanos:
Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos según la promesa.
Digo además que mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo siendo como es dueño de todo, sino que está bajo tutores y administradores hasta la fecha fijada por su padre. Lo mismo nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos esclavizados bajo los elementos del mundo.
Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
R/. Amén.
Todos se ponen en pie. El diácono, se dirige al ambón, acompañado por los ministros con cirios encendidos e incensario, si se usa, y dice:
El Señor esté siempre con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
El diácono inciensa el libro y proclama el Evangelio:
EVANGELIUM (Lc 1, 26-38. 46-55)
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
R/. Gloria a ti, Señor.
En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos | y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
R/. Amén.
A continuación, se tiene la homilía. Terminada la homilía el coro canta los «laudes».
LAUDES (Sal 44, 10)
Aleluya.
De pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
Aleluya.
PREPARACIÓN DE LAS OFRENDAS
Todos se sientan. El coro entona el «sacrificium». Si hay ofrenda de los fieles, éstos las llevan al altar.
SACRIFICIUM (Is 35, 4; 7, 13-14)
Sed fuertes, no temáis,
mirad a vuestro Dios que trae el desquite,
viene en persona y os salvará, aleluya.
V/. Escucha, casa de David:
¿no os basta cansar a los hombres,
que cansáis incluso a mi Dios?
Mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo
y le pondrá por nombre Emmanuel.
R/. Viene en persona y os salvará, aleluya.
El diácono extiende el corporal sobre el altar y coloca sobre él la patena con el pan. Echa vino y un poco de agua en el cáliz y lo coloca igualmente sobre el corporal. El sacerdote puede decir en secreto la siguiente oración:
Mira con rostro complacido,
Dios omnipotente y eterno,
esta oblación de pan y vino
que nosotros, indignos siervos tuyos,
colocamos sobre tu altar;
y recibe nuestra propia vida
como sacrificio agradable a ti
para que, renovados por tu gracia,
te glorifiquemos con nuestras alabanzas.
Todos se ponen en pie. El sacerdote puede incensar las ofrendas y el altar. Se lava las manos en silencio junto al altar y vuelve con el diácono a la sede. Entonces exhorta al pueblo desde la sede:
ORATIO ADMONITIONIS
Queridos hermanos:
alcemos nuestros ojos al cielo
para ver la gloria del Salvador;
cómo ensalza a la Virgen para que conciba.
Cómo premia a la Madre cuando le dé a luz.
Él se ha hecho al mismo tiempo don e hijo;
infundido en ella le otorga lo que a ella le falta;
nacido de ella, no se lleva lo que a ella se le ha dado.
No la priva del honor de llevarlo en su seno
ni la entristece con los dolores del parto.
Acalla el gemido materno cuando va a nacer
y deja que se manifieste la ternura hacia el ya nacido.
Pues no estaría bien que gimiera en el dolor
la que alumbraba el rostro de todo el universo,
o que el origen de la alegría
conociera la opresión del dolor.
En lo profundo del corazón
la fe acoge con calor el anuncio del ángel,
el oído recibe la palabra que no deja lugar a dudas
y la seguridad de su fe queda confirmada con la esperanza
de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete.
Así el alma concibe lo que la fe le enseña,
así el espíritu alcanza en plenitud lo que ha elegido.
No nos diferencia de nuestro Redentor
la verdad de su naturaleza humana, sino su poder.
¡Oh inefable acción de Dios!
Dentro se experimenta el crecimiento del poder divino
y, fuera, no se pierde la perfecta virginidad.
El hijo Unigénito de Dios sale de las entrañas maternas
sin abrir la vía natural del parto.
Al ser concebido y al ser alumbrado
sella el seno de la Virgen y lo deja intacto.
En esto, por lo que se refiere a nuestra salvación,
la misma naturaleza humana resulta una victoria,
pues con este parto ha vencido al enemigo
no menos que lo hará con el duro combate,
y es que por el misterio de su concepción
el enemigo se ha dado cuenta de que el que nace, viene para reinar.
Un hombre de tal categoría tiene poder de dar la vida
con la que se va a dotar a los demás;
y no la ha recibido de nadie; sino que la tiene por sí mismo.
Nadie se extrañe de que al nacer acoja a los que creó,
si antes de nacer era dueño de los que redimió.
R/. Amén.
Por la misericordia de Dios, nuestro Dios, que es bendito y todo lo gobierna por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote exhorta al pueblo a la oración, diciendo:
Oremos.
Y aclama el coro:
Hágios, Hágios, Hágios,
Señor Dios, Rey eterno.
A ti nuestra alabanza;
a ti nuestra acción de gracias.
El diácono recita el Díptico por la Iglesia:
Tengamos presente en nuestras oraciones a la Iglesia santa y católica; el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad.
R/. Concédelo, Dios eterno y todopoderoso.
Recordemos a los pecadores, los cautivos, los enfermos y los emigrantes: el Señor los mire con bondad, los libre, los sane y los conforte.
R/. Concédelo, Dios eterno y todopoderoso.
El sacerdote dice la Oración entre los Dípticos:
ALIA
Señor Jesucristo:
tú eres el Verbo que te has hecho carne
de manera que el seno virginal te concibiera por la sombra del Altísimo
y para darte a luz no tuviera que abrirse la puerta del cuerpo materno.
Acepta benigno nuestro culto en esta solemnidad
y penetra bondadoso en nuestro corazón.
Que sólo tú tengas entrada a la mansión,
que para ti solo hemos preparado,
para que complaciéndose tú mismo en la pureza e nuestras almas
te dignes ser guardián de tu propia obra
y mores en ella perpetuamente.
R/. Amén.
Por tu misericordia, Dios nuestro, en cuya presencia recitamos los nombres de los santos Apóstoles y Mártires, Confesores y Vírgenes.
R/. Amén.
Prosigue el diácono:
Ofrecen este sacrificio al Señor Dios nuestros sacerdotes: el Papa de Roma, y todos los demás obispos por sí mismo y por todo el clero, por las Iglesias que tienen encomendadas y por la Iglesia universal.
R/. Lo ofrecen por sí mismos y por la Iglesia universal.
Lo ofrecen igualmente todos los presbíteros, diáconos y clérigos, y los fieles presentes en honor de los santos, por sí mismos y por los suyos.
R/. Lo ofrecen por sí mismos y por la Iglesia universal.
En memoria de los santos apóstoles y mártires, de la gloriosa siempre Virgen María, de Zacarías, Juan, los Inocentes, Esteban, Pedro y Pablo, Juan, Santiago, Andrés, Acisclo, Torcuato, Fructuoso, Félix, Vicente, Eulogio, Justo y Pastor, Justa y Rufina, Eulalia, la otra Eulalia, Leocadia.
R/. Y de todos los mártires.
En memoria igualmente de los confesores: Hilario, Atanasio, Martín, Ambrosio, Agustín, Fulgencio, Leandro, Isidoro, Braulio, Eugenio, Ildefonso, Julián.
R/. Y de todos los confesores.
Lo ofrece la Iglesia de Dios, santa y católica, por las almas de todos los fieles difuntos; que Dios se digne en su bondad admitirlos en el coro de los elegidos.
R/. Concédelo, Dios eterno y todopoderoso.
Concluye el sacerdote con la Oración después de los Dípticos.
POST NOMINA
Hijo eterno de Dios,
que entraste en el seno de tu madre virginal sin romperlo
y lo abriste sin quebrantar sus sellos,
acepta bondadoso este sacrificio
que te ofrecemos
al celebrar el misterio de tu Encarnación,
y concédenos
a los que vivimos en este mundo,
la salud del alma y del cuerpo
y a los difuntos la felicidad del descanso eterno.
R/. Amén.
Porque tú eres la vida de los que viven, la salud de los enfermos,
y el descanso de todos los fieles difuntos, por todos los siglos de los siglos.
R/. Amén.
RITO DE LA PAZ
Todos se ponen en pie. El sacerdote dice la oración «ad pacem».
AD PACEM
Cristo, Verbo eterno del Padre,
que te hiciste carne para habitar entre nosotros;
penetra nuestros sentidos,
para que los redimidos por el misterio de tu Encarnación,
permanezcamos unidos con el vínculo perpetuo de la paz.
R/. Amén.
Continua el sacerdote diciendo:
Porque tú eres nuestra paz verdadera,
caridad indivisible;
tú que vives contigo mismo
y reinas con tu Hijo y el Espíritu Santo
un solo Dios, por los siglos de los siglos
R/. Amén.
El sacerdote extiende las manos sobre el pueblo y dice:
La gracia de Dios, Padre todopoderoso,
la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo
y la comunión en el Espíritu Santo
esté siempre con todos vosotros.
R/. Y con los hombres de buena voluntad.
El diácono se dirige al pueblo y dice:
Daos la paz los unos a los otros.
Mientras el sacerdote con los ministros y los fieles entre sí se dan el saludo de la paz, entona el coro el canto de la paz:
CANTUS AD PACEM
Mi paz os dejo, mi paz os doy.
V/. No os doy la paz como la da el mundo. R/. Mi paz os dejo, mi paz os doy.
V/. Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros. R/. Mi paz os dejo, mi paz os doy.
V/. Gloria y honor al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. R/. Mi paz os dejo, mi paz os doy.
PLEGARIA EUCARÍSTICA
El sacerdote se acerca al altar y dice:
Me acercaré al altar de Dios.
Todos responden:
A Dios que es nuestra alegría.
El diácono dice:
Oídos atentos al Señor.
Todos responden:
Toda nuestra atención hacia el Señor.
El sacerdote, extendiendo las manos, prosigue:
Levantemos el corazón.
Todos responden:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote dice:
A Dios y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
que está en el cielo,
demos debidas gracias y alabanzas.
Todos responden:
Es justo y necesario.
El sacerdote con las manos extendidas dice o canta:
ILLATIO
Es justo y necesario que te demos gracias, Padre todopoderoso,
con tal que des antes a tus deudores lo que tienen que devolverte
por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro.
Nacido de ti, Dios Padre sin principio y contigo coeterno,
sin diferencia ni mutación, igual a ti en todo,
no por adopción, sino por generación,
no por gracia sino por naturaleza.
Descendió por misericordia
al seno de la Virgen elegida y santificada,
y nacido inefablemente sin ninguna mancha de pecado,
instituyó para nosotros este día, que con tanta devoción celebramos.
Hecho hombre para redimir a los hombres
salió como un rayo de luz purísima del pudoroso seno virginal.
El ángel anunció que iba a ser concebido,
fue concebido en el misterio de una fe singular,
y nació sin ningún pecado.
Sólo él tuvo una concepción nueva e inusitada
de la que no se deriva la muerte
y un parto virginal sin dolor para su madre.
Solamente él fue concebido admirablemente sin concurso de varón
y pudo nacer felizmente sin inclinación a la muerte.
Por eso, el mismo Salvador nuestro, tu Unigénito,
que contigo y el Espíritu Santo reina siempre,
es alabado sin cesar por los que viven en el cielo
y por las potestades angélicas, cuando dicen:
Todos cantan:
Santo, Santo, Santo,
Señor Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra
de tu majestad gloriosa.
Hosanna al Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Hágios, Hágios, Hágios, Kyrie o Theós.
El sacerdote, con las manos extendidas, dice o canta la oración:
ORATIO POST SANCTUS
Verdaderamente es santo, verdaderamente bendito,
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Él confirió a la Virgen la castidad,
y no privó a su Madre de la gloria de la virginidad.
Quiso nacer de ella por nosotros,
y por nuestra redención no dudó en aceptar la muerte.
Él es Cristo, Señor y Redentor nuestro.
Todos se ponen de rodillas. En inmediata conexión con su final prosigue.
El cual, la víspera de su pasión,
tomó pan
Toma la patena con el pan y, elevando los ojos, continúa:
dio gracias, pronunció la bendición,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y COMED:
ESTO ES MI CUERPO
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
CUANTAS VECES LO COMÁIS,
HACEDLO EN MEMORIA MÍA.
Todos responden:
R/. Amén.
Deja la patena sobre el altar. Toma el cáliz y prosigue:
Lo mismo hizo con el cáliz al final de la cena, diciendo:
ESTE ES EL CÁLIZ
DE LA NUEVA ALIANZA EN MI SANGRE,
QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS
Y POR MUCHOS
EN REMISION DE LOS PECADOS.
CUANTAS VECES LO BEBÁIS,
HACEDLO EN MEMORIA MÍA.
Todos responden:
R/. Amén.
Deja el cáliz sobre el altar y con las manos extendidas dice:
Cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz,
anunciaréis la muerte del Señor
hasta que venga glorioso desde el cielo.
Todos aclaman:
Así lo creemos, Señor Jesús.
Todos se ponen en pie. El sacerdote, con las manos extendidas, dice o canta la oración.
POST PRIDIE
Proclamamos, Señor, lo que creemos, no nos lo callamos,
suplicándote de todo corazón
que, así como has concedido a tu Madre ser madre y virgen,
concedas a tu Iglesia ser incorrupta por la fe
y fecunda por la castidad.
Y que la dulzura de tu gracia santifique de tal modo esta ofrenda,
que conceda a los que van a recibirla
la salud de cuerpo y el perdón de los pecados.
R/. Amén.
El sacerdote junta las manos, concluye con la siguiente doxología:
Concédelo, Señor santo,
pues creas todas estas cosas
para nosotros, indignos siervos tuyos,
y las haces tan buenas,
las santificas, las llenas + de vida,
+ al decir «las llenas de vida», hace la señal de la cruz sobre los dones sagrados
las bendices y nos las das,
así bendecidas por ti, Dios nuestro
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
RITO DE LA COMUNIÓN
El sacerdote exhorta al pueblo, diciendo:
Profesemos con los labios, la fe que llevamos en el corazón.
Todos proclaman:
Creemos en un solo Dios Padre todopoderoso,
hacedor del cielo y de la tierra,
creador de todo lo visible y lo invisible.
Y en un solo Señor nuestro Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos.
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
nacido, no hecho, omoúsion con el Padre,
es decir, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho,
en el cielo y en la tierra.
Que, por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue sepultado, resucitó al tercer día,
subió al cielo,
está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
ha de ser adorado y glorificado,
y que habló por los profetas.
Y en la Iglesia
que es una, santa, católica y apostólica.
Confesamos que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados,
esperamos la resurrección de los muertos,
y la vida del mundo futuro.
Amén.
El coro entona:
CANTUS AD CONFRACTIONEM
Cristo, acuérdate de nosotros en tu reino,
y haznos dignos de tu resurrección.
Durante el canto, el sacerdote parte el pan consagrado y, mientras coloca las partículas en forma de cruz sobre la patena, va evocando los misterios de Cristo que se celebran en el año litúrgico.
El sacerdote dice con las manos juntas:
Oremos.
A continuación, recita la introducción al Padre nuestro:
AD ORATIONEM DOMINICAM
Oremos, queridos hermanos, a Dios,
cuya inmensidad divina no puede ser abarcada
y que es Dios y Padre sin principio.
Que este Padre,
que quiso que su Hijo naciera del seno de la virgen madre,
nos libre de toda mancha de la carne y de la sangre.
Así como la Virgen, cubierta por la sombra divina, concibió y dio a luz,
también nosotros, encendidos por la divina inspiración,
profesemos públicamente lo que hemos concebido del Espíritu Santo,
a quien recibimos por la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo, y digamos:
PATER NOSTER
Prosigue sin interrupción, con las manos extendidas:
Padre nuestro, que estás en el cielo.
R/. Amén.
Santificado sea tu nombre.
R/. Amén.
Venga a nosotros tu reino.
R/. Amén.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
R/. Amén.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
R/. Amén.
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
R/. Amén.
No nos dejes caer en la tentación.
R/. Amén.
Y líbranos del mal.
R/. Amén.
Libres del mal,
confirmados siempre en el bien,
podamos servirte, Dios y Señor nuestro.
Pon término, Señor, a nuestros pecados,
alegra a los afligidos,
redime a los cautivos,
sana a los enfermos
y da el descanso a los difuntos.
Concede paz y seguridad a nuestros días,
quebranta la audacia de nuestros enemigos
y escucha, oh, Dios, las oraciones de tus siervos,
de todos los fieles cristianos,
en este día y en todo tiempo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por todos los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote eleva un poco la patena y el cáliz, mostrándolos al pueblo, y dice:
Lo santo para los santos.
Deposita sobre el altar la patena y el cáliz y, tomando la partícula «Reino», la deja caer en el cáliz, diciendo en voz baja:
Y la conjunción del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo
sea causa de perdón para nosotros,
que la tomamos y bebemos,
y de eterno descanso para los fieles difuntos.
El diácono se dirige al pueblo y dice:
Inclinaos para recibir la bendición.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
El sacerdote dice:
El Señor esté siempre con vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Y, extendiendo las manos sobre el pueblo, imparte la bendición:
BENEDICTIO
Nuestro Señor Jesucristo,
que en la plenitud de los tiempos nació de la Virgen,
brille en vuestro corazón con el resplandor de la virginidad de María.
R/. Amén.
El que por el anuncio del ángel
entró en el seno de la Virgen
os instruya y os fortalezca con la celebración sacramental de este ministerio.
R/. Amén.
Para que los que celebráis hoy con toda devoción
la fiesta de su concepción virginal
lleguéis a la Navidad de nuestro Redentor
con ánimo alegre y con limpio corazón.
R/. Amén.
Por la misericordia de Dios, nuestro Dios,
que es bendito y vive y todo lo gobierna,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
Antes de comulgar, el sacerdote puede decir en secreto la siguiente oración:
La comunión de este sacramento, Señor,
limpie las manchas de mis pecados
y me haga digno de cumplir el ministerio que tengo encomendado;
encuentre en él, ayudado por ti,
apoyo a mi debilidad, santidad de vida
y gozo perpetuo en la compañía de los santos.
Recibe el sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor, y lo da a continuación al diácono. El sacerdote distribuye a los fieles el sacramento del Cuerpo del Señor, bajo las dos especies, diciendo a cada uno:
El Cuerpo de Cristo sea tu salvación.
El diácono da a beber del cáliz diciendo:
La Sangre de Cristo permanezca contigo como verdadera redención.
Durante la distribución de la comunión, se canta:
CANTUS AD ACCEDENTES
Gustad y ved qué bueno es el Señor, aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Gloria y honor al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Terminada la distribución de la comunión, el coro entona la antífona después de la comunión:
ANTIPHONA POST COMMUNIONEM
Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
te alabamos, Señor.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Todos se ponen en pie. El sacerdote, de pie, recita la oración final:
COMPLETURIA
Gracias te damos, Señor Dios,
y todos los días te alabamos
a ti, que nos has hecho llegar a esta solemnidad.
Haz que podamos celebrar el día de tu Anunciación
por muchos años en paz y tranquilidad, con tu pueblo fiel.
R/. Amén.
Por gracia de tu piedad, Dios nuestro,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
CONCLUSIÓN
El sacerdote saluda al pueblo diciendo:
El Señor esté siempre con vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
El diácono dice:
Nuestra celebración ha terminado.
En nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Dios acepte nuestros deseos y plegarias en paz.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
El sacerdote besa el altar y, hecha la debida reverencia con los ministros, se retira.