RITOS INICIALES
El sacerdote y los ministros se dirigen al altar, mientras el coro canta el canto de entrada. Todos se ponen en pie.
PRAELEGENDUM (Sal 126, 5; 111, 2)
Dichoso el hombre, aleluya, que alcanzará sus propósitos, aleluya.
V/. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita.
R/. Sus propósitos, aleluya.
V/. Gloria y honor al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Sus propósitos, aleluya.
El sacerdote, inclinado ante el altar, ora en silencio. Y dice en secreto:
Me acerco a tu altar, Dios omnipotente y eterno,
para ofrecer este sacrificio a tu majestad,
suplicando tu misericordia
por mi salvación y la de todo el pueblo,
dígnate aceptarlo benignamente
pues eres bueno y piadoso.
Concédeme penetrar el abismo de tu bondad
y presentar mi oración con tal fervor
por tu pueblo santo,
que se vea colmado de tus dones.
Dame, Señor, una verdadera contrición y lágrimas
que consigan lavar mis propias culpas
y alcanzar tu gracia y tu misericordia.
El sacerdote besa el altar en silencio y se dirige a la sede con los ministros. A continuación, se canta:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre,
tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo, sólo tú, Señor,
sólo tú, Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén
Después del «Gloria a Dios en el cielo», el sacerdote, con las manos extendidas, recita la oración después del Gloria.
ORATIO POST GLORIAM
Inunda, Señor,
con el rocío de la gracia del cielo
a quienes solemnemente celebramos
la fiesta (anual) de tu confesor san Isidoro,
para que, los que ahora participamos
en su conmemoración con renovado fervor,
seamos constantemente guiados y favorecidos
por su bondadosa protección.
R/. Amén
El sacerdote concluye:
Por tu misericordia, Dios nuestro, que eres bendito y vives y todo lo gobiernas, por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
El sacerdote saluda al pueblo diciendo:
El Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Todos se sientan. El lector lee la profecía.
PROPHETIA (Is 42, 1-4)
Lectura del libro del Profeta Isaías
R/. Demos gracias a Dios.
Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
Al final de la lectura responden:
R/. Amén.
El coro, terminada la profecía, canta el Psallendum
PSALLENDUM (Sal 9, 2-3)
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas.
V/. Me alegro y exulto contigo y toco en honor de tu nombre, oh, Altísimo.
R/. Proclamando tus maravillas.
El lector lee el apóstol:
APOSTOLUS (1Tim 6, 7-14)
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
R/. Demos gracias a Dios
Querido hermano: nada hemos traído al mundo, como tampoco podemos llevarnos nada de él. Teniendo alimentos y con qué cubrirnos, contentémonos con esto. Los que quieren enriquecerse sucumben a la tentación, se enredan en un lazo y son presa de muchos deseos absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, y algunos, arrastrados por él, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos. Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas. Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos. Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Al final de la lectura, todos responden:
R/. Amén.
Todos se ponen en pie. El diácono, se dirige al ambón, acompañado por los ministros con cirios encendidos e incensario, si se usan, y dice:
El Señor esté siempre con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
El diácono inciensa el libro y proclama el Evangelio:
EVANGELIUM (Lc 12, 35-40)
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas
R/. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
R/. Amén.
A continuación, se tiene la homilía. Terminada la homilía el coro canta los «laudes».
LAUDES (Sal 117, 28)
Aleluya.
R/. Aleluya.
V/. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Aleluya.
R/. Aleluya.
PREPARACIÓN DE LAS OFRENDAS
El coro entona el «sacrificium». Si hay ofrendas de los fieles, éstos las llevan al altar.
SACRIFICIUM (Mt 10, 32. 39)
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, dice el Señor, yo también me pondré de su parte ante mi padre del cielo, aleluya.
V/. El que pierda su vida por mí, la encontrará.
R/. Ante mi Padre del cielo, aleluya.
El diácono extiende el corporal sobre el altar y coloca sobre él la patena con el pan. Echa vino y un poco de agua en el cáliz y lo coloca igualmente sobre el corporal. El sacerdote puede decir en secreto la siguiente oración:
Mira con rostro complacido,
Dios omnipotente y eterno,
esta oblación de pan y vino
que nosotros, indignos siervos tuyos,
colocamos sobre tu altar;
y recibe nuestra propia vida
como sacrificio agradable a ti
para que, renovados por tu gracia,
te glorifiquemos con nuestras alabanzas.
El sacerdote puede incensar las ofrendas y el altar. Se lava las manos en silencio junto al altar y vuelve con el diácono a la sede. Todos se ponen en pie.
ORATIO ADMONITIONIS
Amadísimos hermanos,
honremos tal como conviene este día digno de toda veneración,
día en el que el confesor san Isidoro
fue llamado a la gloria eterna,
después de haber profesado la fe con sus labios
y de haber creído en Dios de todo corazón.
Imploremos la clemencia del Dios omnipotente,
para que, tal como el día de hoy hizo entrar a su santo en el cielo,
a nosotros nos justifique de toda culpa, pues creemos y confiamos en él,
y los que celebramos la fiesta del santo confesor
merezcamos obtener la corona de la gloria.
R/. Amén.
Por la misericordia de Dios, nuestro Dios, que es bendito y vive y todo lo gobierna por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote exhorta al pueblo a la oración, diciendo:
Oremos.
Y aclama el coro:
Hágios, Hágios, Hágios, Señor Dios, Rey eterno.
A ti nuestra alabanza; a ti nuestra acción de gracias.
El diácono recita el díptico por la Iglesia:
Tengamos presente en nuestras oraciones a la Iglesia santa y católica: el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad.
R/. Concédelo Dios eterno y todopoderoso.
Recordemos a los pecadores, los cautivos, los enfermos y los emigrantes: el Señor los mire con bondad, los libre, los sane y los conforte.
R/. Concédelo Dios eterno y todopoderoso.
El sacerdote dice la oración entre los dípticos:
ALIA
Oh, Dios, tú que premias la fe de los que confiesan tu nombre,
después de haber inspirado tú mismo su confesión;
mira con benevolencia las ofrendas que te presentamos
en la fiesta de tu obispo san Isidoro.
Y a los que evocando su memoria
reconocemos ante ti nuestros pecados,
concédenos la gracia del perdón por su valiosa ayuda.
R/. Amén.
El sacerdote añade esta conclusión invariable:
Por tu misericordia, Dios nuestro, en cuya presencia recitamos los nombres de los santos apóstoles y mártires, confesores y vírgenes.
R/. Amén.
Prosigue el diácono:
Ofrecen este sacrificio al Señor Dios, nuestros sacerdotes: el papa de Roma y todos los demás obispos, por sí mismos y por todo el clero, por las Iglesias que tienen encomendadas, y por la Iglesia universal.
R/. Lo ofrecen por sí mismos por toda la Iglesia universal.
Prosigue el diácono:
Lo ofrecen igualmente todos los presbíteros, diáconos y clérigos, y los fieles presentes, en honor de los santos, por sí mismos y por los suyos.
R/. Lo ofrecen por sí mismos y por la Iglesia universal.
Prosigue el diácono:
En memoria de los santos apóstoles y mártires, de la gloriosa siempre Virgen María, de Zacarías, Juan, los Inocentes, Esteban, Pedro y Pablo, Juan, Santiago, Andrés, Acislo, Torcuato, Fructuoso, Félix, Vicente, Eulogio, Justo y Pastor, Justa y Rufina, Eulalia, la otra Eulalia, Leocadia.
R/. Y de todos los Mártires.
Pueden añadirse otros nombres de mártires. Prosigue el diácono:
En memoria igualmente de los confesores: Hilario, Atanasio, Martín, Ambrosio, Agustín, Fulgencio, Leandro, Isidoro, Braulio, Eugenio, Ildefonso, Julián.
R/. Y de todos los confesores.
Pueden añadirse otros nombres de santos. Prosigue el diácono:
Lo ofrece la Iglesia de Dios, santa y católica, por las almas de todos los fieles difuntos: que Dios se digne en su bondad admitirlos en el coro de los elegidos.
R/. Concédelo Dios eterno y todopoderoso.
Concluye el sacerdote con la oración después de los dípticos.
POST NOMINA
Oh, Cristo, Hijo de Dios:
las ofrendas materiales no te satisfacen,
y en cambio te complaces en la alabanza de un corazón puro.
Acoge los deseos que te presentamos
y admite a nuestros difuntos en la asamblea de los santos.
En esta conmemoración de tu confesor san Isidoro,
acepta el testimonio de fe de los que aquí vivimos
y concede la paz a las almas de los que en ti descansan.
R/. Amén.
Porque tú eres la vida de los que viven,
la salud de los enfermos,
y el descanso de todos los fieles difuntos
por todos los siglos de los siglos.
R/. Amén.
RITO DE LA PAZ
Todos se ponen en pie. El sacerdote dice la oración «ad pacem».
AD PACEM
Tú mismo eres, oh, Dios, la corona de los que confiesan tu nombre. Acaba con las discordias, llénanos a todos nosotros con el don de aquella paz tuya, por la que resplandeció tu confesor Isidoro.
R/. Amén.
El sacerdote prosigue:
Porque tú eres nuestra paz verdadera,
caridad indivisible;
tú que vives contigo mismo
y reinas con tu Hijo y el Espíritu Santo
un solo Dios, por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote extiende las manos sobre el pueblo y dice:
La gracia de Dios Padre todopoderoso,
la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo
y la comunión con el Espíritu Santo
esté siempre con todos vosotros.
R/. Y con los hombres de buena voluntad.
El diácono se dirige al pueblo y dice:
Daos la paz los unos a los otros.
Mientras el sacerdote con los ministros y los fieles entre sí se dan el saludo de la paz, entona el coro el canto de la paz.
CANTUS AD PACEM
Mi paz os dejo, mi paz os doy; no os doy la paz como la da el mundo.
V/. Un mandamiento nuevo os doy,
que os améis unos a otros.
R/. Mi paz os dejo, mi paz os doy; no os doy la paz como la da el mundo.
V/. Gloria y honor al Padre, al Hijo,
y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Mi paz os doy; no os doy la paz como la da el mundo.
PLEGARIA EUCARÍSTICA
El sacerdote se acerca al altar y dice:
Me acercaré al altar de Dios.
Todos responden:
A Dios que es nuestra alegría.
El diácono dice:
Oídos atentos al Señor.
Todos responden:
Toda nuestra atención hacia el Señor.
El sacerdote, extendiendo las manos, prosigue:
Levantemos el corazón.
Todos responden:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote dice:
A Dios y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, que está en el cielo, demos debidas gracias y alabanzas.
Todos responden:
Es justo y necesario.
El sacerdote con las manos extendidas dice o canta:
ILLATIO
Es justo y necesario que te demos gracias,
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor;
él es la corona de la justicia,
el árbol de la vida y la palma de la victoria.
Él premia la fe íntegra de sus confesores
con una corona semejante a la del martirio
Aunque no derramarán su sangre como los mártires,
no les fueron inferiores en virtud.
Unos vencieron al enemigo luchando al descubierto;
otros lo combatieron dentro de sí mismos.
Unos lo derrotaron por sus heridas externas,
otros lo acosaron espiritualmente en su interior,
luchando contra el poder de las tinieblas
y resistiéndose a sus halagos seductores.
Así, por su buena confesión,
purificados por las pruebas de esta vida,
recibirán en la eternidad el mismo premio
que merecieron los mártires por la efusión de su sangre.
Nosotros creemos y declaramos
que este bienaventurado san Isidoro,
se entregó a ti con toda su alma,
vivió toda su vida amándote,
abrazó tu presencia en su interior,
y habló bien de ti cuando enseñaba.
Él comparte la dignidad de los santos confesores
y ha logrado el triunfo a ellos reservado,
porque no se avergonzó
de ser testigo de tu Hijo Unigénito ante los hombres
ensalzando con sus labios tu poder.
Ahora con los ángeles y los arcángeles
alaba a este mismo Señor y Salvador nuestro, diciendo:
Todos cantan:
Santo, Santo, Santo,
Señor Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra
de tu majestad gloriosa.
Hosanna al Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Hágios, Hágios, Hágios, Kyrie o Theós.
El sacerdote, con las manos extendidas, dice o canta la oración:
ORATIO POST SANCTUS
Santo eres en verdad, Señor Dios nuestro;
bueno eres y admirable.
En el día de hoy haces brillar de nuevo
a gloria de tu confesor Isidoro
suscitando en nosotros el deseo de imitarle.
Y mientras, llenos de fe, veneramos
a quien te fue grato por su buen testimonio,
crece nuestra devoción,
y nuestro mismo servicio de alabanza
se nos convierte en causa de salvación.
Te ofrecemos, pues,
este sacrificio en memoria del hombre admirable,
que en el día de hoy entregó su alma confesando tu nombre,
y te rogamos que infundas también en nosotros
la decisión de profesar nuestra fe sinceramente.
Porque tú eres el Cristo, nuestro Señor y Redentor eterno.
Todos se ponen de rodillas. En inmediata conexión con su final prosigue.
El cual, la víspera de su pasión,
tomó pan
Toma la patena con el pan y, elevando los ojos, continúa:
dio gracias, pronunció la bendición,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y COMED:
ESTO ES MI CUERPO
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
CUANTAS VECES LO COMÁIS,
HACEDLO EN MEMORIA MÍA.
Todos responden:
R/. Amén.
Deja la patena sobre el altar. Toma el cáliz y prosigue:
Lo mismo hizo con el cáliz al final de la cena, diciendo:
ESTE ES EL CÁLIZ
DE LA NUEVA ALIANZA EN MI SANGRE,
QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS
Y POR MUCHOS
EN REMISION DE LOS PECADOS.
CUANTAS VECES LO BEBÁIS,
HACEDLO EN MEMORIA MÍA.
Todos responden:
R/. Amén.
Deja el cáliz sobre el altar y con las manos extendidas dice:
Cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz,
anunciaréis la muerte del Señor
hasta que venga glorioso desde el cielo.
Todos aclaman:
Así lo creemos, Señor Jesús.
Todos se ponen en pie. El sacerdote, con las manos extendidas, dice o canta la oración:
POST PRIDIE
Celebramos la memoria de san Isidoro, obispo y confesor,
que no dejó de confesar tu nombre frente a un mundo contrario.
Él te agradó por sus obras,
te buscó en la oración y te encontró en la caridad perfecta.
Por eso, hoy, nosotros te invocamos y te suplicamos:
dígnate en tu bondad descender sobre las ofrendas
presentadas en su honor,
de modo que quienes vamos a recibirlas
consigamos el perdón de nuestros pecados
y podamos alcanzar la gloria
por haber confesado tu nombre entre los hombres.
R/. Amén.
El sacerdote junta las manos y concluye con la siguiente doxología:
Concédelo, Señor santo,
pues creas todas estas cosas
para nosotros, indignos siervos tuyos,
y las haces tan buenas,
las santificas, las llenas + de vida,
+ al decir «las llenas de vida», hace la señal de la cruz sobre los dones sagrados
las bendices y nos las das,
así bendecidas por ti, Dios nuestro
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
RITO DE LA COMUNIÓN
El sacerdote exhorta al pueblo, diciendo:
Profesemos con los labios, la fe que llevamos en el corazón.
Todos proclaman:
Creemos en un solo Dios Padre todopoderoso,
hacedor del cielo y de la tierra,
creador de todo lo visible y lo invisible.
Y en un solo Señor nuestro Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos.
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
nacido, no hecho, omoúsion con el Padre,
es decir, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho,
en el cielo y en la tierra.
Que, por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue sepultado, resucitó al tercer día,
subió al cielo,
está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
ha de ser adorado y glorificado,
y que habló por los profetas.
Y en la Iglesia
que es una, santa, católica y apostólica.
Confesamos que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados,
esperamos la resurrección de los muertos,
y la vida del mundo futuro.
Amén.
El coro entona:
CANTUS AD CONFRACTIONEM
Acepta, Señor, en tu presencia
nuestro sacrificio y sea de tu agrado.
Durante el canto, el sacerdote parte el pan consagrado y, mientras coloca las partículas en forma de cruz sobre la patena, va evocando los misterios de Cristo que se celebran en el año litúrgico.
El sacerdote dice con las manos juntas:
Oremos.
A continuación, recita la introducción al Padre nuestro:
AD ORATIONEM DOMINICAM
Por medio de las palabras del apóstol
nos enseñas, oh, Cristo, Señor,
que la confesión de la fe nos salva.
Contribuyan, pues, a salvarnos
las oraciones de san Isidoro, tu confesor.
Óyenos, cuando te invocamos desde la tierra
proclamando con los labios
la fe que llevamos en el corazón:
PATER NOSTER
Prosigue sin interrupción, con las manos extendidas:
Padre nuestro, que estás en el cielo.
R/. Amén.
Santificado sea tu nombre.
R/. Amén.
Venga a nosotros tu reino.
R/. Amén.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
R/. Amén.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
R/. Amén.
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
R/. Amén.
No nos dejes caer en la tentación.
R/. Amén.
Y líbranos del mal.
R/. Amén.
El sacerdote continua:
Libres del mal,
confirmados siempre en el bien,
podamos servirte, Dios y Señor nuestro.
Pon término, Señor, a nuestros pecados,
alegra a los afligidos,
redime a los cautivos,
sana a los enfermos
y da el descanso a los difuntos.
Concede paz y seguridad a nuestros días,
quebranta la audacia de nuestros enemigos
y escucha, oh, Dios, las oraciones de tus siervos,
de todos los fieles cristianos,
en este día y en todo tiempo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por todos los siglos de los siglos.
R/. Amén.
El sacerdote eleva un poco la patena y el cáliz, mostrándolo al pueblo, y dice:
Lo santo para los santos.
Deposita sobre el altar la patena y el cáliz y, tomando la partícula «Reino», la deja caer en el cáliz, diciendo en voz baja:
Y la conjunción del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo
sea causa de perdón para nosotros,
que la tomamos y bebemos,
y de eterno descanso para los fieles difuntos.
El diácono se dirige al pueblo y dice:
Inclinaos para recibir la bendición.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
El sacerdote dice:
El Señor esté siempre con vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Y, extendiendo las manos sobre el pueblo, imparte la bendición:
BENEDICTIO
Jesucristo, nuestro Señor,
que es él mismo la recompensa de quienes confiesan su nombre,
os conceda el don divino de la fe por la intercesión de san Isidoro.
R/. Amén.
Él confirme vuestra profesión de fe y recompense vuestra fidelidad.
R/. Amén.
Para que, siguiendo el ejemplo del santo confesor,
merezcáis alcanzar la bienaventuranza prometida.
R/. Amén.
Por la misericordia de Dios, nuestro Dios,
que es bendito y vive y todo lo gobierna,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
Antes de comulgar, el sacerdote puede decir en secreto la siguiente oración:
La comunión de este sacramento, Señor,
limpie las manchas de mis pecados
y me haga digno de cumplir el ministerio que tengo encomendado;
encuentre en él, ayudado por ti,
apoyo a mi debilidad, santidad de vida
y gozo perpetuo en la compañía de los Santos.
Recibe el sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor, y lo da a continuación al diácono. El sacerdote distribuye a los fieles el sacramento del Cuerpo del Señor diciendo a cada uno:
El Cuerpo de Cristo sea tu salvación.
El diácono da a beber del cáliz diciendo:
La Sangre de Cristo permanezca contigo como verdadera redención.
Durante la distribución de la comunión, se canta:
CANTUS AD ACCEDENTES
Gustad y ved qué bueno es el Señor, aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Gloria y honor al Padre, al Hijo,
y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Terminada la distribución de la comunión, el coro entona la antífona después de la comunión:
ANTIPHONA POST COMMUNIONEM
Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
te alabamos, Señor. R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
El sacerdote, de pie, recita la oración final.
COMPLETURIA
Apelamos a tu bondad,
oh, Padre clementísimo,
para que aceptes la acción sagrada
que hoy hemos celebrado
por devoción a tu confesor san Isidoro, obispo,
y se convierta en gloria y alabanza a ti.
Y así como a él,
le coronaste de gloria por su vida virtuosa,
purifícanos a nosotros de todas nuestras culpas.
R/. Amén.
Por tu misericordia, Dios nuestro,
que eres bendito y vives y reinas
y todo lo gobiernas, por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
CONCLUSIÓN
El sacerdote saluda al pueblo diciendo:
El Señor esté siempre con vosotros.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
El diácono dice:
Nuestra celebración ha terminado.
En nombre de nuestro Señor Jesucristo,
Dios acepte nuestros deseos y plegarias en paz.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
El sacerdote besa el altar y, hecha la debida reverencia con los ministros, se retira.